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Pilares de esperanza.

Pilares de esperanza.

Hay siglos en que uno no está para nada. Concretamente, el XXI, para España, está de lo menos sugestivo: futuro incierto, paisanaje tan ahíto como mentecato, desasosiegos de disgregación, recursos morales agotados. La tentación de la torre de marfil es fuerte. Pero la historia da saltos. Y sobresaltos. No siempre la proyección del presente es augurio seguro del porvenir. Los pueblos tienen arsenales recónditos de fe y coraje que afloran en momentos inesperados (y desesperados).

Viene lo anterior a cuento de alguna lectura referente a la jornada de Bailén, tan radiante como imprevista.

Casi treinta y cinco mil franceses, dominadores de Europa, bregados en Italia, Austria, Prusia, ideológicamente cohesionados, mandados por oficiales veteranos. En su contra, treinta y un mil españoles; unos, oficiales y soldaditos del maltrecho ejército de Carlos III, otros, la mayor parte, hasta diecisiete mil,  paisanos que se habían presentado voluntarios, sin más preparación militar que los ejercicios en que, durante mes y medio, se habían aplicado en Utrera y Granada. .

A favor de Francia, la preparación, el número, la organización. A favor de España, el terreno, el talento de Castaños y Reding, el coraje.

Impresiona leer las reflexiones del general napoleónico Maximilien Foy, en su "Historia de la Guerra Peninsular":

"-España apareció, de repente, altiva, noble, apasionada, poderosa, tal y como había sido en sus tiempos heroicos. La imaginación borraba de las páginas de la Historia los recuerdos descoloridos.. y mezclaba los triunfos de Pavía y las palmas de Bailén. ¡Qué fuerzas y qué poderío iban a ser necesarios para domar una nación que acababa de conocer lo que valía!"

Cuenta el libro de los Jueces que Jahveh mermó el número de combatientes de Gedeón, para dejar patente que la victoria no era sino suya. Ni Él ha abreviado el poder de su brazo, ni está el mañana escrito.

 

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